Quills en El País de España I

EL PAíS - Marzo 3, 2001
Estados Unidos
Kate Winslet y Geoffrey Rush, en las garras de Sade
por JESÚS RUIZ MANTILLA, Madrid

A la sombra del marqués de Sade se le atribuyen todo tipo de atrocidades. Ha pagado cara su obsesión por la escritura como símbolo radical de la libertad. Pero la leyenda de su figura le debe más a una imaginación desencadenada de prejuicios que a realidades atroces y sanguinarias que se puedan probar. Ahora, Quills, la película de Philipe Kaufman estrenada el viernes, que narra la estancia del escritor más escandaloso de todos los tiempos en un manicomio donde los enfermos representaban sus obras de teatro, nos trae de la mano de sus dos protagonistas principales, Geoffrey Rush y Kate Winslet, un retrato intenso del escritor que se saltó todas las barreras.

“No sé si el marqués de Sade era un genio, pero tengo claro que alguien a quien se sigue leyendo 200 años después con el mismo interés es algo más que una celebridad”, contaba Rush de su personaje en un encuentro con periodistas en el pasado Festival de Berlín. Su trabajo puede proporcionarle el segundo oscar a este actor australiano, de 50 años, que ya consiguió una estatuilla por su interpretación de pianista lunático en Shine (1996). “Antes de hacer Quills no sabía casi nada de él, salvo que escribía guarradas; ahora creo que es un genio, un poco asqueroso, pero un genio”, dice por su parte Winslet. Esta inglesa, de 23 años, ha devuelto a su cabeza el tono rubio y se muestra algo indignada con el cartel de promoción de la película: “¡Mirad esta foto, me han puesto los ojos marrones!”, alerta ante los cinco periodistas europeos que la escuchan en un hotel del este berlinés, abriendo bien los párpados para que se note el tono verde azulado de su mirada directa.

Lanzada al estrellato gracias a su papel en Titanic, Winslet interpreta en esta película a la joven Madeleine, musa y correa de transmisión de las historias del aristócrata en el manicomio de Charenton. Pero ella no parece haberse dejado nublar por los focos tras su lanzamiento internanacional. Prefiere aprovechar el tirón para hacer buenos papeles. “Lo que más me ha gustado de Quills, además de la historia, del guión, que me parece increíblemente brillante y valiente, ha sido trabajar con Geoffrey, con Michael Caine y con Joaquin Phoenix. Cada día aprendía algo al lado de estos monstruos”, cuenta la actriz, que les define uno por uno. “Geoffrey es fantástico, pero muy duro, porque es un gran actor. Joaquin da más de sí mismo en cada escena. No sabe de lo que es capaz, no tiene conciencia de lo brillante que es”.

Esos misterios del talento son las cosas que a la actriz, que hace cuatro meses tuvo su primera hija y que rompió el retiro por maternidad que se ha cogido para promocionar Quills en Berlín, más le seducen de su trabajo. “La competencia por conseguir un papel u otro no es lo que me gusta de este negocio. Lo realmente apasionante de este mundo es encontrar personajes interesantes, superarte a ti mismo como artista. Yo todavía sigo asombrándome de lo que soy capaz de hacer. Me gusta trabajar duro, así es como disfruto más”, asegura.

Total, que Winslet quiere huir de los taquillazos. “Me han ofrecido muchos después de Titanic, pero no me han convencido. Yo creo que hay que hacer de todo, pero no soportaría que este trabajo me llegara a aburrir. Me gusta ir feliz a los rodajes, dispuesta a la aventura, y si elijo lo que me gusta, llegaré a la edad de Judi Dench divirtiéndome yo y haciendo disfrutar a los demás”, dice. Y el secreto de esa diversión no cree Winslet que esté sólo en el cine. “Me encantaría hacer alguna de esas series históricas de la BBC que son tan fantásticas”, confiesa.

Mientras llega su oportunidad en los culebrones británicos, Winslet se propone otros retos en el cine, como dar una imagen positiva de la mujer a través de sus personajes: “Creo que es importante mostrar la fortaleza femenina en la pantalla, como hace Susan Sarandon, por ejemplo, o Julia Roberts en Erin Brockovich, que, por cierto, si no consigue el Oscar este año por ese papel es que no hay justicia en el mundo”, suelta Winslet con ese acento inglés duro al oído, de rompe y rasga. En el caso de Madeleine, Winslet ha querido darle al personaje fuerza y pureza. “Creo que es el personaje que más limpieza aporta a una historia de gentes con poca salud mental. Es la única que hace plantearse su actitud al marqués, de alguna manera le abre la mente hacia otros sitios, también”, dice.

Obsesivo y rabioso

Rush también entró en Quills atraído por un guión contundente. “Yo conocía bien al marqués porque he hecho en teatro Marat/ Sade, pero creí que se equivocaban al ofrecérmelo”, cuenta. “Sin embargo, me decidí al comprobar el ritmo de la escritura en el guión, que es tan brillante que parece que hasta el mismo Sade aguantaba el bolígrafo de Doug Wrigth al redactarlo”. Así que Rush se trasladó de Melbourne a Londres para meterse en la piel de este hombre, según él, “obsesivo, compulsivo, con una personalidad dispuesta a vengarse del mundo, rabioso, con quien nunca me ha preocupado que me asociaran”.

De hecho, Rush ha huido de juzgar a un personaje que nunca deja indiferente con la misma frialdad y ausencia de celo moral que los autores de la película, tanto el director, Kaufman, como el guionista, Wright. “Es un hombre que ha sido muy maltratado por la historia. Yo he intentado observar y comprender sus momentos de arrogancia manipuladora, un rasgo que se derrumba con las profundas humillaciones que tuvo que sufrir”, asegura. Esos dos polos le dan a Sade “una profundidad enorme”, según Rush, un tipo que despista por su timidez y sus palabras justas, muy alejadas de los histriones a los que suele dar vida en pantalla.

El actor ha querido ser lo más fiel posible a lo que él cree que era el marqués de Sade. No es fácil en una pieza en la que se deja volar la imaginación sobre lo que pudo ocurrir realmente durante los últimos años de su vida. “No deja de ser una fantasía, como Ricardo III es un drama sobre el personaje y no un documental. La inspiración dramática no se puede medir empíricamente”, cuenta Rush. “¿Quién es Isabel II? Es una imagen que se nos ha proyectado repetidas veces en el tiempo con la cara de Bette Davis o Judi Dench. Para mí, lo importante es encontrar razones psicológicas que expliquen los contextos, conectar con el personaje de alguna manera, pero no se puede ser fiel al ciento por ciento sobre algo que no has conocido”, asegura el actor.