
Magazine de el-mundo.esEnero 28, 2001
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Kate Winslet
La superviviente del naufragio
Por Lesley White
En cuestión de minutos y sin que se lo pida, Kate Winslet
(Reading, Inglaterra, 1975), madre hace unas semanas, me está enseñando las bragas,
grandes, negras, de las que llegan por encima de la cintura, con un refuerzo para mantener
la tripita en su sitio. Son de la marca Marks & Spencer.
"Ya no me cabe nada", dice, mientras hace un breve repaso a sus trajes pantalón
prenatales y la camisa blanca, varias tallas más grande, que han sido su elegante
vestuario desde su muy anunciado embarazo. Engordó 25 kilos, pero el motivo, una criatura
de 3,6 kilos, los justifica. El sobrepeso no le preocupa, de hecho se ríe mientras se
palpa el abdomen.
A Mia, su hija, se la ha llevado su padre a dar un paseo.
Mientras, Kate intenta recordar cómo se interpreta a una actriz que promociona su nueva
película. A pesar de su buena disposición y sociabilidad, se nota que Winslet no tiene
la cabeza aquí. Nuestra conversación tiene una hora límite improrrogable. El motivo no
es un dragón del departamento de relaciones públicas, cronómetro en mano, sino un bebé
hambriento que espera la hora de ser amamantado y que llama a su madre con una telepatía
imposible de resistir. Resulta enternecedor, pero el caso es que ella está aquí para
hablar sobre repulsivas prácticas sexuales. Su nueva película, Quills (se estrena en
España el 2 de marzo), narra la historia de los últimos años del marqués de Sade en
Charenton, un asilo para lunáticos en las afueras de París donde Madeleine, una
lavandera interpretada por Winslet, arriesga su vida sacando clandestinamente los
manuscritos de Sade para beneficio de un público ávido y de un Napoleón enfurecido. En
ocasiones, la película se torna insoportablemente violenta, con Geoffrey Rush haciendo
locuras en el papel de un vicioso y demencial Sade. En otras, parece estar a un paso de
caer en el abismo de la farsa, al estilo de la clásica serie de películas cómicas
británicas tituladas Carry On
, llenas de tetas bamboleantes y pícaros culos.
"Resultó difícil hacerlo bien", reconoce Winslet, quien supo mantener el tipo
con ese equilibrio entre inocencia e insolencia que ha demostrado a lo largo de su
trayectoria profesional. "Geoffrey bromeaba con que él era Sid James y yo, Barbara
Windsor (dos célebres comediantes del teatro de variedades y el cine de comedia
británicos). Hicimos un pacto por el que nos informaríamos mutuamente en caso de
pasarnos de la raya".
Madeleine no sólo es la cómplice del pornógrafo de la Francia posrevolucionaria, sino
que también es objeto de sus fantasías. Por ayudar al marqués de Sade sufre una muerte
horrenda y su cadáver es violado en la capilla del manicomio por el atormentado cura que
regenta la institución. A pesar de que fue la primera actriz en comprometerse con el
proyecto, cuando leyó el escandaloso guión de Dough Wright, adaptación de su obra
teatral, se preguntó si sería la persona más apropiada para el papel. "No sabía
si la gente aceptaría que interpretara a una fregona de clase baja, ya que ese tipo de
papeles los suele interpretar Martine McCutcheon (polifacética actriz británica que
también se dedica a la música y la televisión). Sin embargo, en mi interior sabía que
lo podía hacer. Me parecía genial que Madeleine encontrara divertido y excitante
trabajar en una casa de locos. En eso se parece mucho a mí. Cuando las cosas se ponen
feas, me encontrarás riéndome". Acto seguido le sobreviene un sentimiento de culpa.
"Por supuesto, yo tengo la fortuna de estar en una situación económica segura.
Puedo permitirme el lujo de pensar que resulta gracioso. A otras personas puede parecerles
trágico".
"No sabía si la gente aceptaría que interpretara a una 'fregona' de clase
baja"
La principal virtud de Winslet es que carece de la
habitual diplomacia de las estrellas de cine. Su discurso entusiasta, lleno de
exclamaciones, es más propio de una escuela de interpretación que de un actor
dramático. Su naturalidad no tiene precio en un negocio en el que hay que mantener una
imagen. Sin necesidad de apoyarse en la arrogancia ni en unas piernas aristocráticas, es
capaz de sentir tanta vergüenza como cualquier chica en lo que concierne a los desnudos.
En Quills comparte escenas con Rush donde él aparece desnudo y que ella ha borrado de su
memoria. "Nunca se hace más llevadero. De hecho, resulta cada vez más duro,
especialmente para los actores de más edad. Me refiero a que Geoffrey no es que vaya
exactamente todos los días al gimnasio...", se detiene en seco e interviene la
discreción: "Quiero decir que es muy importante que podamos ver a personas de ese
tipo que sean..., bueno..., más normales".
A sus 49 años, Geoffrey Rush parece disfrutar de un razonable estado físico y Winslet, a
pesar de haber luchado toda su vida contra su oronda silueta, resulta un bollito de lo
más apetecible. Compartir cartel con un actor mucho mayor que ella no hace sino resaltar
su juventud y crea el efecto de una especie de sexualidad prohibida. En su anterior
película, Holy Smoke, de la directora Jane Campion, apareció desnuda y orinando en medio
del desierto antes de dar a Harvey Keitel una lección de sexo oral. Cuando le pregunto si
no le resultó embarazoso verse en una situación tan comprometida con el veterano actor,
ella sonríe. "Fue divertido controlar la situación y tratarle como a una
mierda", se detiene por un segundo y añade: "No me refiero a Harvey, sino al
personaje".
Tras trabajar con la exigente Campion, quien le hizo ensayar dos semanas y no le permitió
abandonar el acento australiano del personaje, Winslet escogió Quills como un antídoto.
Le encanta la idea de arrimar el hombro y de que ningún actor sea más importante que
otro. De no haber asistido a una escuela de arte dramático, seguramente se hubiera
convertido en el producto de uno de esos colegios privados ingleses que crean muchachas
dispuestas a hacer su parte, a remangarse la camisa y a dejar todos sus privilegios a un
lado en busca del bien común. Liberada de su deber como estrella, se podría apostar que
esta mujer de 25 años es el tipo de hija o amiga que se pone manos a la obra y siempre
está dispuesta a ayudar, que no va dándose aires de nada ni está nunca tan agotada como
para no poner la tetera a hervir. Su personalidad la hubiera predispuesto, tanto o incluso
más que para su actual forma de vida, a viajar con una compañía de actores ambulantes.
A veces resulta tan natural que una se pregunta cómo es esto posible si lleva
una vida privilegiada desde los 17 años. Al poco rato comienzas a sospechar que, a pesar
de que se quite los zapatos y te muestre las estrías del embarazo, en realidad no está
siendo ella misma, ajena a toda cautela, sino que interpreta un papel que espera sea de tu
agrado. Actuar le sale por instinto. Es posible que todos aquellos que comiencen a una
edad temprana en el mundo del espectáculo tengan dificultad a la hora de separar la
ficción de la realidad, salvo en lo más recóndito de su intimidad. Y en el caso de
Winslet no cabe duda de que, en algunas ocasiones, se ha identificado excesivamente con
sus papeles: ha llegado a sufrir desmayos en el plató, siendo incapaz de soltar amarras
con sus personajes.
Cuando regresó del rodaje de su primera película, Criaturas celestiales, sus compañeras
de clase la agobiaron para sonsacarle cada detalle, pero ella era incapaz de comentar una
experiencia que la había traumatizado. Más tarde, su mentora, Emma Thompson, le explicó
la importancia de protegerse contra la invasión mental que supone la ficción de otras
personas. "Fue una lección muy dura, pero ahora sé cómo cuidar mejor de mí
misma". Resulta descorazonador leer otras entrevistas donde no sólo derrama los
mismos secretos, sino que lo hace utilizando las mismas palabras, logrando que en cada
ocasión suene como algo espontáneo y original, igual que cuando realiza esa difícil
quinta toma en una escena importante.
Son frecuentes sus alusiones a funciones corporales. Ha afirmado en numerosas ocasiones
cuán impresionada se quedó con las primeras palabras de Emma Thompson cuando abrió la
puerta principal antes de una reunión de producción para Sentido y sensibilidad. Dijo
que debía "hacer un pis". Esta jocosa referencia escatológica (que en el caso
de Kate ahora ha sido sustituida por el acto de amamantar a su bebé) se ha visto
incorporada en el útil léxico "guay y espontáneo" de las estrellas que, como
ella, desean mostrarse accesibles y normales.
"Tan pronto di a luz, pensé: quiero repetir,
podría hacer esto cualquier día"
La batalla con su cuerpo, el manifiesto del "me tiro
pedos, me tiro eructos", el desayuno de su boda compuesto por salchichas inglesas con
puré de patatas o la confesión de que prefiere a un pretendiente que le envíe un par de
apestosos calcetines a unas rosas, le sirven para desmarcarse de la fragante existencia de
esa elite que vive rodeada por la fama. También está su mortificación intelectual.
Realiza un exhaustivo trabajo de documentación sobre cada papel y estudia el tema a
conciencia. Está mejor informada que muchas mujeres de su edad con una educación mejor
que la suya. Y en esta ocasión ha sabido coger el punto a Sade. "Ella era la persona
más madura en todo el plató. No tuvo temor a los desnudos porque comprendió que había
espacio para una exploración de la sexualidad adulta", afirma Philip Kaufman,
director de Quills.
Se podría hacer un seguimiento de su breve carrera cinematográfica por la fluctuación
de sus caderas, ya que ha tenido que adelgazar para cada desnudo. "Para mí,
desnudarme es lo más difícil de superar, el tener que permanecer ahí, de pie, aun a
riesgo de parecer estúpida. Pero en ocasiones lo tienes que hacer". Ha sufrido por
el ideal, cada vez más lejano, de convertirse en un cuerpo diez. Antes de Criaturas
celestiales, la película donde sorprendió a todos con su interpretación de Juliet
Hulme, una de las dos atolondradas colegialas neocelandesas atrapadas en una fantasía
homicida, Kate pesaba lo mismo que cuando estaba a punto de dar a luz. Al principio
siguió un régimen sensato, pero tras el rodaje descubrió que no podía parar y sólo
consiguió recobrar el sentido común cuando, agotada y sin energía, se quedó dormida al
volante de su coche.
Dos años más tarde volvió a pasar hambre hasta obtener
una delgadez de pechos suficiente como para encarnar a Sue Bridehead en Jude. Sea cual sea
su inseguridad, debe ser plenamente consciente de que por cada ceja que se alza ante su
voluptuosidad, otras diez voces se elevan y la declaran una belleza impresionante. La que
más alta puede escucharse pertenece a Jim, su marido, que la adora. Él se quedó
horrorizado cuando Kate le mostró una foto tomada para el maquillaje corporal de Jude.
"Todo lo que dijo fue: `Eres una jodida idiota. Debías de estar loca para quedarte
así'". Incluso equipada con la faja postnatal, sus grandes ojos, el perfil perfecto
y esos labios como el sofá Mae West de Andy Warhol la dotan de una particular luminosidad
inglesa que tan buen resultado le ha dado.
Esta encantadora muchacha cuyo rostro inspira confianza ha
conectado con las edulcoradas preferencias de la taquilla estadounidense. El resultado es
el salto a los contratos millonarios y dos nominaciones al Oscar. Incluso hoy día afirma
que casi no se lo puede creer. "Cuando comenzaron a llegar las grandes ofertas
después de Titanic, pensé: ¿acaso esto es un sueño o qué? ¿Será posible que todo
esto me esté ocurriendo a mí?". Sin embargo, es consciente de que no está viviendo
tal sueño. Cuando le comento que desde Criaturas celestiales, la película de Peter
Jackson que fue nominada al Oscar, ha tenido poco de lo que sentirse avergonzada, me
corrige al instante. "¡Claro que sí! La siguiente película que hice fue Kid in the
Court of King Arthur (la versión de Twain dirigida por Michael Gottlieb en 1995 en la que
ella encarna a la princesa Sarah). De eso me puedo sentir muy avergonzada".
Salvo ese lapsus, no ha conocido otra cosa que no sea el
éxito, incluyendo la épica Titanic que elevó su cachet por encima de los 500 millones
de pesetas. No habla con excesivo interés sobre la película que la convirtió en
estrella. Se limita a afirmar que puede que haya cambiado su vida, pero no su
personalidad. De hecho, la puso en peligro de perder el contacto con los motivos que la
condujeron a convertirse en actriz. "Después de Titanic todo el mundo me decía que
debía subirme a la cresta de la ola y aceptar otro papel enorme, pero me resultaba
imposible. Necesitaba recuperar algo dentro de mí, hacer algo pequeño, pero que me
importara".
Tras los litros de agua helada, optó por el sol
norteafricano para el rodaje de Hideous Kinky y para cuando Titanic se estrenó, ella ya
había conocido a su marido, Jim Threapleton. "Me preocupó que la Kateyleomanía
pudiera hacerle salir corriendo. Gracias a Dios, permaneció ahí. La mayoría de la gente
no lo hubiera aguantado", dice ella. La idea de que su novio pudiera buscar el
reflejo de su fama es algo que ni siquiera se plantea. En Threapleton, de 26 años, Kate
ha encontrado a alguien con sentido común para ayudarla a estabilizar su bien ensayada
sensibilidad. Ambos tienden a mantener su vida personal en privado. Ella siempre ha odiado
los lugares de moda. Nunca ha tenido ambiciones cosmopolitas. "Leí en una ocasión
que me gustaba pasar el rato en el Ivy y aquello me sentó francamente mal. No aguanto
esos lugares, ni las noches de estreno, ni las apariciones en público. No me interesa
todo eso. La moda no me atrae para nada. Prefiero darme un bonito paseo".
"No aguanto las noches de estreno, ni las apariciones en
público"
Aparte de preferir ser querida antes que envidiada,
Winslet tiene otro motivo para desear mantenerse en el anonimato. Es la única que ha
logrado el éxito tras generaciones de actores en su familia; siente escalofríos sólo de
pensar que su padre, Roger Winslet, o sus hermanas Anna y Beth -también actrices-, puedan
pensar alguna vez que la fama se le ha subido a la cabeza. Su tío, Robert Bridges,
trabajó en el reparto original de los musicales del West End Oliver y Cantando bajo la
lluvia, junto a Tommy Steele (incombustible actor y cantante británico). Pero el padre de
Kate tuvo que trabajar como cartero entre producciones. "Recuerdo unas Navidades que
pedí una máquina de escribir, pero apenas la utilicé. La cinta se atascaba y acababa
con las manos llenas de tinta. Sólo quería ser actriz; para mí resultaba algo tan
natural como que todas mis amigas quisieran ser azafatas de vuelo".
A pesar de las reticencias iniciales, su padre le permitió asistir a la Escuela de Teatro
Redroofs de Maidenhead, llena de malvadas ninfas e insoportables niñas que estaban ahí
sólo por la diversión, parte de la cual consistía en hacer infeliz a una Winslet de 81
kilos. "Nunca permitiría que Mia fuera a semejante sitio. Me parecería muy bien que
quisiera ser actriz, pero antes debe obtener una educación. Yo lamento no haber hecho
eso. Jim emplea palabras que yo ni siquiera conozco y cuando concedo una entrevista
pienso: `Dios mío, digo semejantes tonterías que la gente debe pensar que soy un poco
dura de mollera'. La culpa la tiene el haber abandonado el colegio con 16 años".
Kate está muy unida a su familia y quiere compartir su éxito. Quizá eso explique las
esperanzas que ha depositado en Telltale Films, la productora que ella y su marido han
creado. "Leo guiones constantemente y pienso que mi hermana Anna podría ser la
actriz idónea para un papel, incluso mucho más que yo. Por ahora no estoy en posición
de exigir en su favor, pero una vez que tengamos la productora en funcionamiento las cosas
resultarán más fáciles".
Sabe lo mucho que le debe a sus padres. La imaginación que ellos estimularon forma parte
del bagaje en una carrera interpretativa que inició a los 13 años "en un anuncio de
cereales". Pero está lejos de sentir que careció de infancia, como le ocurre a la
mayoría de jóvenes actores. Esa niña pequeña continúa viva dentro de la actriz, un
núcleo sólido de felicidad cristalizada desde su idílica infancia en el condado inglés
de Berkshire. Philip Kaufman, director de Quills, necesitaba esa inocencia en
contraposición a la oscura manipulación del marqués de Sade. En su opinión, hacía de
Madeleine una Eva tentada a gozar de un placer prohibido. "Kate es inocente pero de
una manera fuerte y robusta, no pasiva", explica Kaufman. "Ella es capaz de
transmitir eso sin decir una palabra. En una escena donde todo lo que hace es empujar ropa
sucia a través de una ranura, obtienes diez emociones distintas sin diálogo
alguno".
Si se perdió alguna etapa de su juventud fue el desmadre de las fiestas nocturnas, el
año sabático y los viajes de mochilera propios de muchos de sus compañeros de
generación. En vez de eso, vivió una etapa de formación ante la cámara. Escogió rodar
Hideous Kinky por la despreocupación hippy del personaje que a ella le habría gustado
interpretar en la vida real de haber tenido tiempo. Por motivos similares escogió Holy
Smoke. Convirtiendo la ficción en realidad, Jim alquiló un avión para recorrer juntos
Australia y la India tras finalizar el rodaje de la película de Campion. "Pienso que
mi subconsciente escogió esos papeles porque sentía que nunca había tenido la
oportunidad de embarcarme en una aventura de ese tipo. Cuando Mia sea un poco más mayor
nos iremos todos juntos. Sí, me perdí algunas cosas entre los 17 y los 21 años, que es
cuando se supone que uno debería andar todas las noches de juerga".
"Pensaba que el amor a primera vista era un
montón de mierda, pero ha ocurrido"
Ella reconoce que ha madurado gracias a las películas.
"Me fui para hacer Criaturas celestiales cuando aún era una niña y regresé
convertida en mujer. Cuando rodé Sentido y sensibilidad volví a transformarme de nuevo.
Sentía lo que me estaba ocurriendo y ése fue uno de los motivos por el que me separé de
Stephen (Stephen Tredre, escritor, actor y primer amor de Winslet, quien falleció de
cáncer a los 34 años, dos después de su ruptura). Eso contribuyó a que mi apariencia y
mi ánimo estuvieran hechos una mierda en algunas de las secuencias. Mi personaje,
Marianne Dashwood, debía aparentar estar casi muerta en la película. Tuve la suerte de
estar sintiéndome realmente mal, aunque procuré guardarlo todo dentro de mí. Nadie lo
supo a excepción de Emma...".
Pero al igual que la incurable romántica de Jane Austen, la actriz pronto encontró la
paz y una vida hogareña. Después de Holy Smoke se tomó cinco meses de descanso y
contrajo matrimonio. Hizo Quills y después, coincidiendo con su embarazo, Enigma, la
adaptación de la novela de espionaje de Robert Harris sobre Bletchley Park, las
instalaciones del sistema de inteligencia británico donde lograron descifrar el código
secreto alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Tuvieron que acolchar su cuerpo debido
a que Hester, su personaje, debía tener un embarazo más avanzado que el suyo.
"Interpreto a una buenaza con gafas", explica, aunque está mucho más
interesada en discutir conmigo su retención de líquidos.
Habla de su embarazo como algo maravilloso, pero pesado. Durante la primera fase le
resultaba imposible sentirse unida al bebé y se hinchó como un globo; su abombada
silueta no hubiera encontrado cabida en ninguna portada al estilo Demi Moore, en el caso
de que alguien le hubiera pedido que posara. "Existe mucha presión para tener un
embarazo sexy y femenino, pero yo no me sentía así. Estaba enorme, gigantesca. Todavía
estoy 12 kilos por encima de mi peso. Retuve mucho líquido y resultó muy incómodo. Mia
nació con diez días de retraso y para entonces ya me estaba subiendo por las paredes.
Fue un parto natural, logré superar el dolor. Una experiencia asombrosa de principio a
fin. Jim permaneció todo el rato a mi lado. Tan pronto di a luz, pensé: quiero repetir,
podría hacer esto cualquier día".
Alguien que, como ella, puede permitirse trabajar sólo 12 semanas al año, no tiene
ninguna necesidad de buscar una nurse. La pareja ha decidido hacer turnos para estar en
casa con la niña y es probable que, durante un tiempo, Winslet no acepte ninguna oferta
que implique algo más que un corto desplazamiento. "Hay veces en que Jim y yo nos
miramos y decimos: `¡Dios mío! ¡Estamos haciendo todo esto y somos todavía tan
jóvenes!'. Es genial, pero procuramos no pensar demasiado porque nos alucina".
Cuando termine su baja por maternidad afrontará de nuevo un reto algo subido de tono:
producir y protagonizar Therese Raquin, la espeluznante narración de Zola donde se
describe una historia de pasión y crimen entre la clase baja parisina. Afirma con gran
convicción que trata sobre un amor que se amarga hasta el odio y el asesinato,
demostrando así que el hecho de tener un bebé no ha suavizado en absoluto sus gustos.
Leyó la obra a los 17 años, aunque no por devoción hacia el estilo naturalista del
autor. "Compré el libro sólo porque me gustaba la foto de la portada. Me refiero a
que nunca querrías un libro de cocina sin imágenes, ¿no?".
De momento no hay proyectos para que Kate y su marido trabajen juntos. "Quiero que
él me dirija, más de lo que él quiere dirigirme a mí, pero por ahora es importante que
no lo hagamos. La gente no tardaría en decir que el único motivo por el que dirige esa
película es porque yo la protagonizo", asegura. No cabe duda de que surgirán
algunos comentarios cínicos sobre lo mucho que han mejorado las posibilidades de trabajo
de Jim Threapleton desde que se enamoró de la actriz favorita del Reino Unido. Algo
parecido al síndrome que sufre Andrew Upton, la media naranja de otra actriz de éxito,
Cate Blanchett. Sin embargo, Jim ha mantenido su dignidad y continúa escribiendo guiones
y dirigiendo cortometrajes de una manera discreta.
Él asegura a sus amigos que no se puede creer la suerte
que tuvo al encontrarla e, incluso, comienzan a asemejarse físicamente. El día de su
boda, el 22 de noviembre de 1998, parecían hermanos ataviados con sendos diseños de
Alexander MacQueen. Ella nunca se ha sentido impresionada por el poder y el status en un
hombre y la idea de acabar con un cosmopolita sofisticado, como en el caso de su amiga
Catherine Zeta Jones, resulta absurda.
Cuando conoció a su marido, él era un tercer asistente
al director (es decir, el chico de los cafés) durante el rodaje de Hideous Kinky en
Marruecos. Fueron sus ojos y su pelo lo que le hicieron enamorarse a primera vista.
"Fue verle y pensar: `Bueno, no voy a superar esto si me quedo con las piernas
cruzadas'. En aquel momento ni siquiera me planteé la forma en que debía proceder. ¿Por
qué motivo tendría que hacerlo?". Desde el primer momento hicieron pública su
pasión tras ser sorprendidos comiéndose a besos en la pista de baile de un dudoso club
nocturno de Marraquech. No se han vuelto a separar desde entonces y forman una pareja de
benditos enamorados que irradian felicidad; un almibarado romance que, en la gran
pantalla, podría decepcionar el gusto algo más rudo de esta atrevida jovencita.
Precisamente, se ha visto obligada a moderar algunos de
esos gustos en los últimos tiempos. El placer de soltar un taco o de liarse un cigarrillo
desapareció cuando el embarazo convirtió lo primero en inapropiado y lo segundo en una
estupidez. "Mia me ha convertido en una mujer mucho más tranquila. Antes hubiera
estado aquí sentada con un cenicero lleno de colillas, ya habría pedido tres bandejas de
cafés, sería todo nervios y estaría sin comer. Ahora existe algo mucho más importante
que yo, que Jim, que mi trabajo o que esta entrevista. Tengo suerte de haberme encontrado
con la persona de mi vida. Antes pensaba que el amor a primera vista sólo era un montón
de mierda, pero a mí me ha ocurrido. Así que, chicas, recordad que todavía hay
esperanza".
Unos días después de hacer esta entrevista me encontré
con el fotógrafo después de que visitara la casa de los Threapleton. Él me contó que
la jornada se vio constantemente interrumpida por las salidas de Kate al jardín para
fumar. Ella le explicó que ésa era la única manera que tenía para reclamar su cuerpo
para sí misma tras tener al bebé. Había que contemplar la expresión de sinceridad en
su rostro cuando me dijo que había dejado de fumar... "¡Completamente!".
Menudo elemento de chica. |